lunes, 10 de diciembre de 2007

Mi oficio...la esquina de ese bar...


Por: Leticia Herrera
UABC (Cronica)
foto:letyss

El bajío, es el nombre de la calle en donde las esquinas tienen cara de mujer y algunas, el cuerpo del varón escondido en una falda rosa con tacones del numero cinco. A las 12:00 PM en la Terminal de autobús, seria nuestro punto de encuentro para asistir a la zona en donde la inocencia se desaparece por completo, entre las banquetas y las paredes que cubren esa avenida principal. Algunos llevaban sus cámaras fotográficas, otros, como yo, solo la incertidumbre de ver y sentir como es que un sitio como aquel era muy parecido a la cara de los olvidados.

Es como aquellos que dicen, “Es el lugar en donde Dios nunca se acuerda”. Pero al fin, cada paso que daba me conducía a la avenida libre para nuestra investigación. El miedo iba y venia y aunque estaba acompañada, las miradas de los desconocidos empezaban a salir de su lecho. Esas miradas extrañadas de ver a unos jóvenes parados frente a un hotel de paso. Queriendo descubrir ese algo que pudiera ser diferente a lo que muchos ya sabíamos, ese algo que pudiera decirnos que hay mas haya de ser ese alguien en la esquina de los objetos olvidados y mal vistos para la sociedad.

Algunas cortinas largas cubrían los bares con olor a cigarro y alcohol del 96. El olor se mezclaba entre las fondas de comida rápida y los botes de basura en donde las hormigas carcomían los desperdicios que alguien, semanas atrás, quizás abandono. Al cruzar la calle, y casi llegando a la primera, el viento balanceaba el cabello negro y largo de aquel hombre con el disfraz de mujer que había adoptado años atrás. Uno de los compañeros sin pensarlo, se aproximo a ella y de una forma muy cordial acepto la entrevista. Mientras los demás esperábamos al otro lado de la calle.

Pasaron casi treinta minutos, esos treinta tan valiosos en donde la voz de aquella fémina con manos de varón, quedo como testimonio que nos serviría de punto de partida para el reportaje.

Nuestra segunda meta seria encontrar a una sexo servidora, mujer, de esquina, de motel o de bar. “El paso del norte” dijo uno de mis compañeros. Seguíamos nuestro recorrido y a la mitad de la calle, la policía. Revisando a un hombre de pies a cabeza, mientras una mujer sentada en la banqueta obedecía ordenes, los calcetines blancos dejaron sus pies al descubierto con los zapatos negros a la orilla de la calle.
Los uniformados, nos regalaron una observación extrañada mientras yo le decía a uno de mis compañeros que escondiera la grabación entre sus ropas. Llegamos al motel para buscar más información, pero todas las opiniones se dirigían al lugar en donde no estábamos dispuestos a recorrer una vez más.

Las miradas nos invadían al vernos a las afueras de aquel motel con fachada de rostros perdidos, todo se tornaba extraño, pero a la vez, el suspenso estaba presente. Al acercarnos a nuestra protagonista que venia ondeando su falda corta, con un: ¡¨no me interesa¨! nos dejo con la palabra en el aire, esfumada entre el ondear de aquella falda con piernas maltratadas. Aquella ilegal se perdió entre la casita de fonda y las paredes de las ilusiones que se opacan con el paso del tiempo.

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