martes, 4 de diciembre de 2007

De que color es el viento...

Sin recordar el nombre de aquellos infantes, me atrevo a contarles una historia en la que la inocencia descubre los colores que el pensamiento imagina. ¿De que color es el viento? Preguntaba aquella niña de ocho años, que parecía tan afortunada y tan carente de nada. Su amiguito de ocho años por igual, preguntaba lo mismo uniéndose así con el toque de sus manos y sus ideas que jugaban en otra dimensión.

Imaginando lo que solamente los sentidos de cada uno les permitían ver, los dos niños jugaban felizmente en su misma condición. La unión entre la pobreza y la riqueza material se unifica en la carencia de lo que muchos llaman “la ventana del alma”.

Así ellos pertenecientes al mismo mundo corrían por la playa vistiendo su inocencia mientras fantasean tan felices y tan libremente que son una pareja de novios. Al integrarse el niño a lo que todos los demás podían percibir por sus ojos, perdió lo que mas quería, aunque para los demás el fuera muy afortunado y ahora, igual que todos los demás.

Ella no se despidió, feliz por él preguntaba una y otra vez inquietamente una lista de interminable inquietudes. Los adultos ignorantes y llenos de complejos los separaron al creer que ahora ya no eran iguales.

El deseó tanto perder lo que había obtenido por primera vez, que fue hasta la playa, se acostó en la arena, se quito sus anteojos y aun cuando se habían jurado nunca hacerlo aquella vez que pudieran ver el mundo con sus propios ojos, como todos los demás, miro al sol fijamente para deshacer el hechizo que lo separo de ella.

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